Los medios de comunicación han puesto en la agenda un grave problema que se ha mantenido oculto por mucho tiempo: la violencia contra la mujer. Ha salido a la luz, y ocultarlo en estos tiempos se hace cada vez más difícil. Es momento de hablar, comprender y apoyar a quienes lo necesitan sin juzgar. Nadie elige ser víctima de violencia, en ninguna circunstancia. Simplemente se llega a serlo. La violencia siempre desconcierta, te toma de sorpresa. Cualquiera puede imaginar lo difícil que es reaccionar frente a un tercero desconocido que te grita o te maltrata. Es usual paralizarnos y enojarnos con nosotrxs mismxs por no haber reaccionado en el momento. La violencia intimida, genera miedo y activa mecanismos de defensa y supervivencia. Ante los ojos de lxs demás puede parecer una simple pasividad. Es común la pregunta: ¿Por qué simplemente no se aleja de la situación violenta?
Si frente a un evento de violencia único en manos de una persona extraña el miedo se apodera de nuestro cuerpo, imaginen ¿qué puede sentir una mujer que es maltratada continuamente por el hombre que le dice que la ama, con quien tiene proyectos, una historia, y tal vez hijxs? La violencia en las relaciones de pareja comienza de un modo muy sutil, con actitudes y comportamientos que pueden confundirse con gestos de amor. Mensajes de desaprobación sobre tus amigxs, familia, sobre tus propios gustos, o preguntas reiteradas sobre qué estás haciendo o dónde estás. El control no es amor. Responder a esta demanda por parte de tu pareja u otra persona por temor a que se enoje es una señal de alerta. El amor y el temor no van juntos. De forma paulatina, por este temor, se va perdiendo el control sobre las propias decisiones. Se va perdiendo la libertad. Esto es lo que precozmente define la situación que tantas mujeres padecen. El proceso es gradual y va en aumento. Ocurre al interior de la relación, en privado. Cualquier mujer puede establecer una relación en la que surja esta dinámica y con el tiempo llegar a ser víctima de violencia sin imaginarlo ni quererlo. No se trata de mujeres débiles, ni masoquistas, ni enfermas. Estas ideas nos desvían de la realidad, estigmatizan y culpabilizan a las víctimas.
La violencia contra las mujeres es consecuencia de una sociedad patriarcal y machista, que ve a la mujer como inferior, y usa la violencia para su control. Cuestionar o dudar sobre el accionar de las víctimas es más sencillo que enfrentarse a quien ejerce la violencia. Que entendamos y reconozcamos esto nos puede ayudar a entender lo difícil que es decir basta y acompañar a quien necesita apoyo para salir de la violencia.
Por Fernanda Tarica, Directora de Shalom Bait.