“Un manipulador es ante todo, invisible”*
La violencia de género se manifiesta de múltiples formas. Algunas más visibles y claras, tanto para quienes la padecen como para su entorno, como la violencia física, y otras, más sutiles, como la violencia psicológica o emocional.
La manipulación está presente en todas las situaciones de violencia. En algunas representa el primer eslabón de una larga cadena de distintas modalidades de violencia que irán apareciendo en la relación, hasta llegar a formas extremas. En otras, es el único modo en que la violencia se manifiesta, y sin embargo, es igual de grave y tiene profundas consecuencias en la víctima. El peligro de este tipo de violencia es la dificultad para percibirla como tal, justamente por su carácter invisible y casi imperceptible para la víctima.
La culpabilización, la desvalorización, la humillación, el control y el chantaje, son formas de manipulación que pueden ser difíciles de detectar desde el comienzo, y van generando de a poco un estado de confusión, falta de confianza y baja autoestima, y un sentimiento de culpa constante, imposibilitando así la toma de decisiones y la libertad de acción: que nos mientan, que nos hagan sentir que lo que decimos y pensamos no tiene valor, que nos ignoren, que nos hagan sentir culpables por “errores” inexistentes o irrelevantes, que se enojen pero no nos digan el por qué, generando malestar y culpa, que la comunicación sea confusa y nos origine dudas sobre lo que nos están transmitiendo, que nos hagan responsables por discusiones o situaciones que no ocasionamos, que nos hagan sentir que estamos locas o equivocadas son algunos ejemplos. Existen también formas de manipulación menos sutiles, como las amenazas: “Si me dejás, me mato” o “me dijo que si hacía la denuncia me mataba” son frases que muchas mujeres escuchan frecuentemente de sus parejas. ¿Cómo actuar si estamos bajo amenaza de muerte? El miedo nos paraliza. Muchas veces la manipulación persiste luego de la separación, a través de lxs hijxs: los hombres lxs manipulan para que actúen en
la casa como ellos actuarían, por ejemplo controlando a sus madres. Demás está decir que esta manipulación que lxs chicxs reciben y reproducen,también es imperceptible para ellxs, es decir, son víctimas de violencia al igual que sus madres.
Un factor que refuerza la dificultad de percibir este tipo de situaciones, es que vivimos en una sociedad patriarcal, en la que la creencia generalizada es que la mujer debe ser complaciente, la responsable de mantener unida a la familia, y de aportar el cariño, el cuidado, la comprensión y la tolerancia en el hogar. “¿Soy mala novia/ esposa/ madre si no hago lo que me pide?”.El sentimiento de culpa por “hacer enojar” al otro o “provocarlo”, o “destruir” la familia, es una barrera a la hora de tomar la decisión de denunciar y/o separarse. Esto representa otro desafío más para quien ya se encuentra en una situación de violencia: romper con modelos culturales y familiares que nos inculcaron desde la infancia. A su vez, resulta doloroso asimilar que estas actitudes, por más sutiles o imperceptibles que sean, son violentas, nos hacen daño y provienen de la persona que nos dice que nos ama, tal vez el padre de nuestrxs hijxs, si es que tenemos, y con quien seguramente en algún momento nos imaginamos compartir el resto de nuestras vidas.
Sin dudas, poder verlo y tomar la decisión de buscar una salida es difícil. Es muy importante contar con una red de contención, ya que sola es muy difícil darse cuenta. Vivir en un hogar donde hay violencia (en cualquiera de sus formas) tiene consecuencias en nuestras vidas y en la de nuestros hijxs. Paralelamente a la manipulación pueden darse otros tipos de violencia o no. Cada situación es distinta y no se puede saber qué ocurrirá después. Lo que sí sabemos es que la violencia nos somete, nos enferma, nos desestabiliza y nos debilita. Hay salidas. Pedir ayuda y hacer la denuncia es el primer paso en el camino hacia una vida sin violencia.
*Nazare-Aga, Isabelle,2002, “Los manipuladores”, Barcelona, España, Ediciones B,S.A.